Lidia Barugel

Guardianes

Nació rodeada de tres alucinados y vivió junto a ellos cada momento de su vida:
Dalí, que la dibujó desnuda;
Miguel Hernández, que le susurró al oído imágenes tremendamente dulces;
Y Lorca, que cada mañana la tomaba de la mano, entrelazaba sus dedos con los de ella y la llevaba desde el
Tajo al Guadalquivir para hablarle de muchachos oscuros y de toros.
Ningún otro hombre, jamás, le puso una mano encima.

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